AÑO 2016

SILENCIERO

En esta serie de pinturas y fotografías la mirada sondea el espacio vacío buscando encontrar una poética en ese silencio. Si bien el paisaje urbano es un tema recurrente en mi pintura. En este caso la ciudad es una escenografía inhabitada en donde la urbe se acerca al desierto. El título de la muestra es tomado del libro “el silenciero” de Di Benedeto. En la novela el personaje huye del ruido exterior. En estas pinturas el silencio arrasa con su luz blanca sobre el cielo y la tierra como un defecto fotográfico. Las casas bajas son apenas una excusa para trazar el horizonte.

Las fotografías son tomas hechas de casas en alquiler. Es una imagen que hemos vivenciado alguna vez en la vida, ya sea porque abandonábamos esa morada, o bien entrabamos en ella para habitarla. La casa, más allá de ser ante todo un refugio útil, tiene una carga simbólica en nuestra vida. Porque la casa es nuestro rincón en el mundo, es – se ha dicho con frecuencia-nuestro primer universo. Yo soy el espacio donde estoy.

A través de los recuerdos de todas las casas que nos han albergado y en virtud de las casas que soñamos habitar. Puede desprenderse una esencia intima de nuestra intimidad más protegida.

“Todo rincón de una casa, todo rincón de un cuarto donde nos gusta acurrucarnos, agazaparnos sobre nosotros mismos, es para la imaginación una soledad, es decir, el germen de un cuarto, el germen de una casa”. Gastón Bachelard (Poética del espacio)

En todas esas casas se preservan, gravitando en los mínimos detalles, los vestigios de quienes allí vivieron. Los rastros persisten a pesar de esa última mano de pintura del último inquilino. Se evidencia en las ceñidas manchas de una llave de luz, de un picaporte.

Para detectar esas pistas, hay que observar esos mínimos gestos, como lo haría un botánico con su lupa. Con la mirada fresca de un niño que todo lo ve por primera vez. El detalle de una cosa puede ser el signo de un mundo nuevo.