AÑO 2004
EL DESEO DE LOS OTROS
IMÁGENES DE LA MEMORIA
El mundo de las relaciones humanas, comenzando por las de parentesco, pertenece al ámbito de lo cultural. Esto quiere decir históricas, o sea circunscriptas a un tiempo y un espacio. Sólo el marcado etnocentrismo que nos caracteriza puede hacernos creer que las nuestras son universales y eternas.
Este es el punto de partida de Carlos Escoriza, un pintor reflexivo, un pensador del pincel. Sus imágenes, traídas de la memoria familiar remedan la implacabilidad del negativo fotográfico, que nos traslada al presente escenas que el tiempo había sepultado. Un viejo álbum de fotos es una cantera y un disparador de vivencias que el pincel modula en términos de luces y sombras. El proceso de formación y la persona del formador coinciden en la trama de la obra.
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Lo que el artista elige y propone es una experiencia concreta, es su reacción personal al ambiente histórico donde vive: una sociedad donde las estructuras han variado en el término de poco más de una generación. La familia modelo con la sombra omnipresente del padre es más una imagen de la memoria que una efectiva existencia. Y los jóvenes han acusado ese impacto y ven en los niños la profundización de una soledad ya experimentada.
Sus recursos plásticos son contundentes en su escueta simplicidad. Las estructuras a la vista con trazos que delimitan lugares, los colores ácidos y destemplados subrayan una necesidad de sinceramiento. Juega con las grandes contradicciones en diversos planos: pulidos detalles y el esbozo de siluetas coloreadas, violentos contrastes de color, y la oposición en el montaje del grande al pequeño formato. Un discursos plástico, una dialéctica abierta que convoca a la discusión, a la reflexión, en definitiva a la síntesis perceptual del receptor.
Lic. María Graciela Distéfano